Autor: María José Espinosa
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Los escalones tallados de forma irregular por las sabias manos de los antiguos pobladores del Cuzco trepan por la ladera de este pico en desniveles que, en ocasiones, resultan imposibles. Parece que nunca llega el final, pero cuando por fin te encuentras en el punto más alto, cualquier esfuerzo anterior queda olvidado por la recompensa de estar allí arriba, con el mundo a tus pies.
Ahí estás tú, solo con los apus (dioses de las montañas) y decenas de mariposas que revolotean a tu alrededor. Al fondo del cañón, entre los cerros, serpentea el río Urubamba llevando vida a todo el valle que lleva su nombre. Más cerca, y aún a tus pies, se extiende, como una alfombra arcana, las ruinas de Machu Picchu. ¿Puedes imaginar una sensación más mágica?
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Si miras hacia arriba solo se ve las laderas de los picos circundantes y la vegetación que los adorna. Nada hace pensar que pueda haber algo más en la cima.
Para subir hasta la ciudadela hay dos opciones, o bien en uno de los autobuses que te deja en la base de las ruinas o, si quieres algo más especial, hacer la subida caminando. Para este último puedes hacer noche en Aguas Calientes y comenzar la ascensión de madrugada, de esa forma, tendrás la oportunidad de ver amanecer en Machu Picchu.
Y ya solo queda pasear por entre piedras llenas de historia y energía: el templo del sol, la roca sagrada, el intiwatana o el templo de las tres ventanas que se mantienen incólumes al paso del tiempo. Todo rezuma magia y es que te encuentras a dos pasos del Qosqo (Cuzco), el que para los incas era el ombligo del mundo.
Y esto solo es una ínfima parte de un país, Perú, cuya amplia y más que variada oferta turística hace que cualquier espíritu, cualquier inquietud o gusto queden satisfechos.
Si te gusta la historia solo necesitas pasear por alguna de las plazas de armas de sus ciudades emblemáticas (Lima, Cuzco, Arequipa, Trujillo…) para empaparte de su cultura secular; o pasar por alguno de sus museos, en la capital, por ejemplo, y comprobar todo lo que tiene que contar un país como este.
Que prefieres la aventura, no hay problema, embárcate en un trekking por el camino inca para entrar, a lo grande y por la puerta del sol, a Machu Picchu. O asciende por la ladera del impresionante Misti, el volcán que adorna el paisaje arequipeño.
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Si te atraen los misterios ancestrales no tienes más que acercarte a Nazca, subirte a una avioneta e intentar imaginar cómo consiguieron los antiguos moradores de estas tierras trazar esas mágicas líneas que siguen siendo hoy una gran incógnita.
El problema de Perú es que tiene tantísimo que ofrecerte que tendrás que preparar bien tu viaje para no perderte nada. Seguro que encuentras lo que buscas.
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