jueves, 27 de enero de 2011

PERÚ, UN VIAJE AL OMBLIGO DEL MUNDO

Autor: María José Espinosa






La cima del mundo está en Wayna Picchu, o al menos eso es lo que se siente al ascender a esa montaña joven que corona la ciudadela de Machu Picchu. Después de haberte maravillado con el paisaje que se abre ante ti al llegar a la ciudad inca, aún tienes la oportunidad de experimentar nuevas emociones en la subida a Wayna Picchu.

Los escalones tallados de forma irregular por las sabias manos de los antiguos pobladores del Cuzco trepan por la ladera de este pico en desniveles que, en ocasiones, resultan imposibles. Parece que nunca llega el final, pero cuando por fin te encuentras en el punto más alto, cualquier esfuerzo anterior queda olvidado por la recompensa de estar allí arriba, con el mundo a tus pies.

Ahí estás tú, solo con los apus (dioses de las montañas) y decenas de mariposas que revolotean a tu alrededor. Al fondo del cañón, entre los cerros, serpentea el río Urubamba llevando vida a todo el valle que lleva su nombre. Más cerca, y aún a tus pies, se extiende, como una alfombra arcana, las ruinas de Machu Picchu. ¿Puedes imaginar una sensación más mágica?

Y es que estas montañas que un día eligieron los incas para construir su ciudad están llenas de incógnitas y misterios. Hasta 1911 nadie salvo los habitantes de esta zona sabía de su existencia y es fácil de entender cuando llegas, tras un viaje en un tren sacado de una película, a Aguas Calientes, la pequeña población situada a los pies del cerro.
Si miras hacia arriba solo se ve las laderas de los picos circundantes y la vegetación que los adorna. Nada hace pensar que pueda haber algo más en la cima.

Para subir hasta la ciudadela hay dos opciones, o bien en uno de los autobuses que te deja en la base de las ruinas o, si quieres algo más especial, hacer la subida caminando. Para este último puedes hacer noche en Aguas Calientes y comenzar la ascensión de madrugada, de esa forma, tendrás la oportunidad de ver amanecer en Machu Picchu.

Y ya solo queda pasear por entre piedras llenas de historia y energía: el templo del sol, la roca sagrada, el intiwatana o el templo de las tres ventanas que se mantienen incólumes al paso del tiempo. Todo rezuma magia y es que te encuentras a dos pasos del Qosqo (Cuzco), el que para los incas era el ombligo del mundo.

Y esto solo es una ínfima parte de un país, Perú, cuya amplia y más que variada oferta turística hace que cualquier espíritu, cualquier inquietud o gusto queden satisfechos.

Si te gusta la historia solo necesitas pasear por alguna de las plazas de armas de sus ciudades emblemáticas (Lima, Cuzco, Arequipa, Trujillo…) para empaparte de su cultura secular; o pasar por alguno de sus museos, en la capital, por ejemplo, y comprobar todo lo que tiene que contar un país como este.

Que prefieres la aventura, no hay problema, embárcate en un trekking por el camino inca para entrar, a lo grande y por la puerta del sol, a Machu Picchu. O asciende por la ladera del impresionante Misti, el volcán que adorna el paisaje arequipeño.

¿Eres un amante de la naturaleza salvaje? Adéntrate en la selva amazónica desde Iquitos, navega entre focas y leones marinos por las islas Ballestas, al sur del país, o siéntate a observar cómo vuelan por encima de ti los majestuosos cóndores en el cañón del Colca.


Si te atraen los misterios ancestrales no tienes más que acercarte a Nazca, subirte a una avioneta e intentar imaginar cómo consiguieron los antiguos moradores de estas tierras trazar esas mágicas líneas que siguen siendo hoy una gran incógnita.

El problema de Perú es que tiene tantísimo que ofrecerte que tendrás que preparar bien tu viaje para no perderte nada. Seguro que encuentras lo que buscas.